Si hace unas semanas hablábamos
sobre
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas (aquí) y de los libros con los que no vale la pena
perder el tiempo en su lectura, hoy trataré de otro todo lo contrario:
El
libro de la señorita Buncle, publicado en la colección
Rara Avis de la editorial Alba, y como
rara avis que es,
merece nuestra
atención.
El libro de la señorita Buncle
fue escrito por D. E. Stevenson, sobrina de Robert Louis Stevenson, y durante
los años que siguieron a su publicación, en 1934, gozó de un gran éxito. No es
de extrañar, sin embargo, pues la historia de la literatura está plagada de
casos como el de Stevenson, que si bien fue una de las novelistas más leídas en
su época, del mismo modo, pronto quedó relegada al olvido. Afortunadamente,
todavía quedan buenos editores capaces de rescatar y ofrecernos estas perlas
literarias que albergan un poco de esperanza entre tanta novela idiotizante.
Casi con toda seguridad escribir
la reseña de esta novela puede resultar de lo más sencillo, pues es curioso
como pocas veces una novela habla tanto de sí misma como en esta ocasión.
La señorita Buncle, acuciada por
su problemas financieros, decide escribir un libro para ganar dinero, y como
ella misma repite en varias ocasiones a lo largo de la historia, “como no tiene imaginación”, empieza a
escribir de lo que realmente conoce y tiene más a mano, el pueblo donde vive y
sus vecinos, y así llega a publicar El perturbador de la paz, una novela
cuyos “personajes eran atractivos, eran como personas de verdad, como la gente
que se encuentra uno a diario”. De ese modo, gracias a una minuciosa
técnica de disección y de espejos
reflejados, nos encontramos con una novela, El perturbador de la paz,
dentro de otra, El libro de la señorita Buncle,
siendo esta última el espejo donde se refleja la anterior.
La historia transcurre en
Copperfield un “típico pueblo inglés”
cuyos habitantes “eran típicamente
ingleses” y “estaban muy satisfechos
con su suerte”. “Todos los días hacían y decían las mismas
cosas”, “nunca iban a ninguna parte, nunca les pasaba nada, solo que envejecían”,
es decir, llevaban una vida monótona, construida a base de convicciones, pero
sin sobresaltos. Hasta que el ingenio de la señorita Buncle, revoluciona del
tal modo el tranquilo pueblo, que todo se desborda, y el apacible Copperfield
queda arrasado como si por el hubiera pasado un vigoroso huracán.
La novela es extremadamente
sencilla, tanto que como piensa el editor de la señorita Buncle, el señor
Abott, ya he comentado que todo lo que se dice sobre la novela de El
perturbador de la paz es perfectamente aplicable a El libro de la señorita Buncle,
“el autor solo podía ser un hombre muy
inteligente que se reía hasta de su sombra o una persona muy sencilla que
escribía con toda la buena fe”, es decir, la simplicidad y naturalidad de
la novela es tal que uno no acierta a adivinar si está compuesta por un escritor
magistral o por una mujer ingenua, pues en ocasiones destella una sátira sutil,
y en otras, no es más que los pensamientos de una mente inocente.
El libro de la señorita Buncle
no es más que otro claro ejemplo de todo el poder transformador de la
literatura. Después de El perturbador de la paz ya nada
será igual en Copperfield. Gracias al efecto de una literatura chispeante y
sincera, un pueblo rutinario y adormecido, de repente, actuará de forma audaz,
rompiendo con tanta presión social que los mantenía asfixiados.
Menos mal que dentro de este
oscuro panorama literario, donde los mayores éxitos de venta reciben las peores
críticas literarias, de vez en cuando, como por generación espontánea, surge
una novela divertida y sencilla, capaz
de emocionarnos y hacernos reflexionar, en definitiva una novela con la que
disfrutamos tanto que casi resulta imposible abandonar su páginas. El
libro de la señorita Buncle es una novela que no debemos dejar pasar. Cada
vez tengo más claro que no debemos encandilarnos por los rutilantes destellos
de las novedades, pues hasta ahora, como dice el señor Abott, sólo nos ha
demostrado una cosa:
"¡Qué tonto era el público! Era
exactamente un rebaño de ovejas […]. Van uno detrás de otro como tontos, no
reparan en tal libro, pero compran el de al lado solo porque lo compran los
demás, aunque no hay manera de saber qué ven en el uno o dejan de ver en el
otro."