A la hora de escoger una lectura no soy de los que me dejo llevar por las críticas literarias. Es curioso como éstas pueden variar dependiendo del grado de afinidad a la editorial que las publica. Lo cierto es que la crítica literaria es un género apenas inexistente en España, (aunque de este tema seguro que hablaré en otra ocasión). Como iba diciendo, las decepciones en materia literaria han sido tantas que en principio rechazo cualquier sugerencia. Sin embargo, suele suceder que, de vez en cuando, vuelvo a cometer los mismos errores selectivos.
Esto mismo me ocurrió con la novela de David Monteagudo, Fin. Cuando escogí la novela apenas sabía nada del autor, me gusta que me sorprendan aunque evidentemente las sorpresas no son siempre las esperadas. Quizás lo que más me atrajo fue sin duda alguna la editorial que lo publicaba, Acantilado especializada en cuidadas traducciones de literatura extranjera, y los lisonjeros elogios en la faja de promoción del libro, que tras una llamativa “Octava Edición”, se podía leer: “Literatura mayúscula” (Jordi Llavina), “Espléndida ... Con sus guiños generacionales y metafísicos, … y su calidad literaria” (Ruiz Garzón), “Uno de los libros más sorprendentes del año” (Rosa Mora), “ y nos deja sin aliento” (Care Santos), “un absorbente artilugio literario” (Héctor Porto).
Pero vayamos por partes. En primer lugar, lo de literatura con mayúscula no lo entiendo, porque la novela para nada es original, las reminiscencias a Agatha Christie y Diez negritos, o En la carretera de Comarc Mc Carthy, o cualquier otra novela de ciencia ficción en las que presagian un final del mundo apocalíptico, de entrada hace que pierda cualquier atisbo de originalidad.
Por otra parte, aquello de los guiños generacionales sí que está más claro pues al fin y al cabo el germen del argumento no es otro que un grupo de amigos que se reencuentran después de haber perdido el contacto durante varios años. Sin embargo, estos personajes son más que banales, y sus diálogos están plagados de trilladísimos tópicos de todoterrenos, frustraciones familiares o profesionales, por no hablar de un demagógico discurso sobre la inmigración. Pero lo que no termino de entender bien es lo de los guiños metafísicos, a no ser que se refiera a tan sorprendente final que más que inverosímil es totalmente absurdo.
En cuanto a este final, podríamos pensar que la novela pretende crear un mundo ficticio semánticamente distinto al mundo real, donde es posible que sucedan ciertos hechos inexplicables, y como elemento de ficción que es, puede alterar o eliminar algunas de las leyes físicas imperantes en el mundo real, creando de ese modo un mundo irreal pero verosímil. Pero si atendemos a las coordenadas espacio-temporales totalmente reales y sobre todo a esos personajes tan fútiles y sus hueras aspiraciones, es difícil que podamos suponer un mundo imaginario y apelemos más a nuestro conocimiento del mundo real para la lectura de la novela, por lo que el desenlace es totalmente disparatado y no se sostiene bajo ninguna explicación posible. También es cierto que no podía ser de otra forma pues el autor, en boca de uno de sus personajes, afirma que detesta las novelas que resuelven el conflicto apelando a que todo fue un sueño, por lo tanto una explicación racional de lo que sucede sería imposible y una explicación fantástica o metafísica sería ridícula y ridícula ha quedado finalmente la novela.
Por último, las única opiniones que comparto y con la que estoy de acuerdo totalmente son las de artilugio literario entendido como un mecanismo en el que las distintas partes del mismo, entiéndase letras, palabras, frases presentan una estructura adecuada pero cuyo resultado es más propio de un invento del TBO; y la rotunda afirmación de Care Santos, nos deja sin aliento, ya que en efecto, una vez terminada de leer la novela uno se queda con tal cara de memo, como si verdaderametne el único fin de Monteagudo hubiera sido mofarse de los lectores.
Yo también la he leído y el final no me ha gustado nada, me quede muy decpcionada.
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