Cuando abrimos un libro por
primera vez, quizás movidos por el deseo de empezar su lectura, pasamos
rápidamente las primeras hojas y casi no reparamos en esas páginas
prácticamente en blanco cuyas únicas palabras son citas textuales de las obras
de otros autores. Estas citas son los llamados epígrafes y su función en el
libro va más allá de un simple elemento decorativo o una presuntuosa muestra de
la erudición y conocimiento del autor, pues estos casi siempre apuntan o
sugieren posibles claves interpretativas del texto que vamos a leer. Es más,
generalmente, la utilización de epígrafes literarios constituye una forma
privilegiada del diálogo que el autor mantiene con la tradición literaria,
antigua y moderna, un diálogo entre dos textos, uno, que el lector descubrirá íntegramente a
través de sus páginas, y otro, fragmentado, como extirpado de su totalidad, pero
que de algún modo se encuentra representado o reinterpretado en la nueva
lectura. La brevedad, el fragmentarismo,
el carácter alusivo son rasgos que contribuyen a que el epígrafe se cargue de
significación y se convierta, así, en elemento consustancial al texto que
acompaña.
A no todo el mundo le gustan los
epígrafes, y tampoco todos los escritores los utilizan. J.D. Salinger, por ejemplo, no lo consideró necesario para El
guardián entre el centeno; en cambio, otros como E. A. Poe lo hacen profusamente y cada uno de sus cuentos viene
encabezado por uno. Del mismo modo, epígrafes hay de tantos tipos como autores.
Los hay que resumen perfectamente el argumento del libro. Mario Benedetti escogió unos versos del poeta chileno Vicente Huidobro, que sintetizan
meridianamente el desasosiego existencial que padece Martín Santomé, el
protagonista de su novela La tregua. Otros, dan título a la
obra como la cita de F.W. que utilizó Carlos
Marzal para Los pobres desgraciados hijos de perra, que da nombre a su
último libro de relatos.
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Epígrafe de La Tregua de Mario Benedetti |
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Epígrafe de Carlos Marzal para Los pobres desgraciados hijos de perra |
Reconozco que me fascinan los
epígrafes, incluso siempre que puedo yo mismo los utilizo, pero sobre todo me
gustan aquellos que una vez terminado el libro, te obligan a volver a esa
página donde el inadvertido epígrafe toma una forma renovada y te deslumbra como
quizá una verdad por primera vez leída, por primera vez sentida como propia.
Muy buena explicación. Clara y completa. Gracias.
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