Cuando la semana pasada hablé de las bibliofobias no esperaba que se fuera a convertir en un funesto presagio, pero tristemente así fue. El pasado sábado, en el marco de los conflictos políticos en Egipto, un incendio destruyó el Instituto Científico Egipcio, junto con la mayoría de sus fondos.
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Se trata de la institución científica más antigua de Egipto, creada en 1798 por Napoleón Bonaparte, y contaba con una singular, por la rareza de sus fondos, y excepcional biblioteca. En ella se conservaban más de 200.000 obras, de las cuales, 40.000 eran libros y manuscritos de gran valor histórico, científico y cultural, como la copia original del libro francés Description de l’Egypte, Atles alemany d’Egipte i Etiòpia, 1842, o Egipto: la madre del mundo, 1753. Todo esto, y más tesoros bibliográficos, han desaparecido para siempre.
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Otra vez se ha puesto de manifiesto que la estulticia y la ignorancia humana no tienen límites.
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