lunes, 17 de diciembre de 2012

CÁPSULAS LITERARIAS


Cuando vi la ilustración de David Pintor en el libro de Relatos de Opticks Magazine que os enseñé en la entrada anterior, enseguida pensé: ¿cómo se hará a partir de ahora en los libros electrónicos?

Los libros, a parte de las de las historias que contienen, también han tenido una utilidad singular a modo de pequeño estuche para guardar aquellas pequeñas piezas de un interés especial y que quisiéramos que permanecieran inalterables. Durante una época, era frecuente que nuestras abuelas, por ejemplo, guardaran algún que otro billete en aquella vieja enciclopedia que ya nadie consultaba. Lo mismo ocurría con la foto de aquel novio que se tuvo un verano y que ya amarillea entre las páginas del  libro que se leía mientras se tomaba el sol; o  aquellas flores que se guardaron junto a los poemas de Neruda, recuerdo de un amor juvenil.  


 A mí siempre me ha llamado mucho la atención el libro que llevaba el conde László Almásy en la película EL paciente inglés. El libro en cuestión, según aparece en la novela homónima de Michael Ondaatje, es un ejemplar de la Historia de Herodoto, pero lo que más me atraía de él era como el libro había aumentado considerablemente de volumen, pegando páginas recortadas de otros libros, añadiéndole mapas, conservando fotografías, o utilizando el espacio en blanco para hacer sus propios dibujos o escribir sus reflexiones a modo de un diario.


Precisamente la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid ha organizado una curiosa exposición, “Cápsulas del tiempo. Objetos encontrados en los libros” que trata de todo esto, de los objetos que los lectores han ido dejando durante siglos entre las páginas de los volúmenes que forman la Biblioteca.

Si queréis ver la exposición virtual, os dejo el enlace, y podréis comprobar como los libros son algo más que un objeto de lectura, son la huella y la memoria de un lector, y de un fragmento de nuestra vida.



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