Aunque ya estemos totalmente
instalados otra vez en la normalidad y apenas recordemos las ya lejanas fiestas
navideñas, quiero aprovechar la ocasión de hoy para mostraros los presentes que
he recibido. Quizás este año no me he portado muy bien porque Sus Majestades
los Reyes Magos de Oriente no me han traído aquello que más quería: más tiempo,
o en su defecto, una mejor organización del que dispongo, pero por lo que barrunta,
se presenta un semestre de lo más agitado. Tampoco en cuanto a lecturas han
sido muy desprendidos, únicamente dos, y aunque son bien distintas, eso sí, creo
que de bastante calidad.
Una, es una primera edición de
1958 de la escritora mexicana Josefina Vicens (1911 - 1988), Libro
Vacío, y por lo poco que sé de él cuenta la historia del escritor
ficticio José García quien siente la necesidad de escribir, pero que,
paradójicamente, no puede hacerlo. Un libro metaficcional sobre el síndrome de
la hoja en blanco.
El segundo, El cristal Spinoza,
escrito por el valenciano Juan Arnau, es una novedad del pasado 2012 publicada
por Pre-Textos. Como ya he comentado en alguna que otra ocasión, los motivos
que me llevan a escoger una novela son de lo más diverso: autor, editorial,
referencias de otros escritores, etcétera, aunque rara vez leo una crítica
antes que el libro. Pero en este caso, y aun yendo en contra de mis principios
bibliófilos, pero movido por varias señales que recibí en un mismo día ya que lo
vi mencionado en tres lugares distintos, leí la que escribió P. Corro en El
Cultural de la semana del 9-15 de noviembre, en que destaca, y cito
literalmente: “Pocos libros confirman la
contaminación posmoderna de los géneros literarios como El cristal Spinoza, un fascinante libro en el que se solapan novela, biografía y teatro
(sobre todo), pero también filosofía, confesiones y poesía.” El
solapamiento de géneros en un texto narrativo de ficción es un tema que siempre
me ha interesado, y sobre todo desde que leí Llámale Brooklyn de
Eduardo Lago. Espero que este se ajuste a las palabras de Corro y no me
defraude.
Pero para saber mi opinión sobre ellas,
tendréis que esperar algún tiempo, pues como en esto de las lecturas soy
bastante anárquico y aunque tengo muchas ganas de leerlas, de momento tengo que
dejarlas en la sección que tengo en mi estantería dedicada a las próximas
lecturas, y que, desafortunadamente para mí, cada vez está más abarrotada. De
momento he de repartir el escaso tiempo que me deja mi trabajo y mis
ocupaciones familiares entre preparar el seminario de literatura que voy a
impartir este cuatrimestre, practicar más deporte (uno de mis propósitos del
año que no quiero volver a abandonar), e iniciarme en la lectura juvenil, pues
se ha cruzado en mi camino un interesante proyecto sobre ésta, y del que ya os
hablaré a su debido momento, por lo que no sólo he de ponerme al día en este
tipo de lecturas, sino que tengo que descubrir por donde andan los gustos
literarios de los adolescentes, tarea que en principio se me presenta harto difícil.
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