viernes, 25 de enero de 2013

¿EN QUÉ PIENSAN LOS QUE RECOMIENDAN LITERATURA JUVENIL?


En una de las entradas pasadas ya comenté que durante un tiempo me iba a dedicar a la lectura de novela juvenil,  pues desde mis tiempos de instituto son contadas las que he podido leer. Ya entonces adelantaba que me resultaba muy difícil averiguar por donde andaban los intereses de los chavales de hoy, tan dispares y alejados de los míos.

En las dos últimas semanas he leído cuatro novelas del autor juvenil Daniel Hernández Chambers: La ciudad gris (2006), La ciudad de la bruma (2010), el Códice Astaroth (2011) y El enigma Rosenthal (2010). Todas ellas coinciden, a excepción de La ciudad gris novela que en mi opinión merece una especial atención, en una trama argumental basada en un enigmático misterio por descubrir, y que desde las páginas iniciales atrapa la atención del lector, desdoblándose, en ocasiones, en tramas paralelas que suceden en distintos períodos de la historia. También destaca Hernández Chambers por un acertado retrato psicológico de los personajes, siempre unos mejores que otro. Pero sobre todo, resaltaría su capacidad para recrear ambientes y lugares; con cuatro pinceladas muy sutiles pero seguras a la vez es capaz de transportarnos desde el Londres de finales del XIX, cuando Jack el Destripador cometía sus horripilantes asesinatos, a un convento asturiano de la Edad Media o a una recóndita mansión en  los bosques alemanes. No obstante he de reconocer que, aunque tengo mi propio juicio de valor estrictamente literario, no me atrevo a hacerlo público pues creo que me falta algo esencial saber si estas lecturas conectan con los jóvenes lectores.



Reconozco que mi experiencia con la literatura juvenil es muy limitada y se reduce a mi trabajo como bibliotecario, sin embargo por lo que allí veo, aparte de las lecturas obligatorias, los libros que leen los adolescentes están muy lejos de los que suelen ganar los premios nacionales de LIJ o de los que aparecen en la cada vez más exigua crítica destinada a este tipo de literatura. Todo esto me lleva a preguntarme en qué piensan los que recomiendan libros para niños. La respuesta la podemos encontrar si establecemos un paralelismo con el lector adulto. Podemos aceptar que existen dos tipos de literatura: una, por decirlo de alguna manera, de calidad, aceptada por la crítica, y otra, de consumo rápido y mayoritario, que no siempre goza del beneplácito de ésta; y por lo tanto, del mismo modo,  existen dos tipos de lectores: el lector crítico y lector mecánico que decía Edith Wharton, y cada cual elige el lado en el que prefiere estar. Sin embargo, en lo referente a los lectores adolescente,  creo que la cuestión no es tan sencilla, pues estos, como en el resto de ámbitos de la vida, están aprendiendo, descubriendo sus intereses y aficiones, y no es precisamente, no nos engañemos, leyendo un libro como pasan gran parte de su tiempo. Para la gran mayoría de ellos, leer no deja de ser una obligación, una tarea académica más. Por mucha calidad literaria que tengan las novelas que recomienden los profesores o especialistas, es difícil que se sienta atraídos por el placer de la lectura. Es cierto que  como padres y educadores tenemos cierta responsabilidad y es labor nuestra fomentar la creación de un pensamiento y una opinión personal y crítica, pero si queremos que nuestros hijos el día de mañana sean grandes lectores, hemos de ser más permisivos con sus lecturas iniciales, dejarles que se acerquen por si solos a la lectura, que lean aquello que más les guste, y casi con toda seguridad, con el tiempo ellos mismos aprenderán a discernir el grano de la paja e irán educando su gustos literarios.

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