¿DEBEMOS TERMINAR SIEMPRE UN
LIBRO?
Con el post de hoy completo esta serie dedicada al Día del
Libro, y para ello he optado por un tema que todo lector ha experimentado
alguna vez y que nos ha supuesto algún que otro quebradero de cabeza, e
incluso, un ligero cargo de conciencia. Parece que existe una regla no escrita
que nos obliga a finalizar un libro una vez comenzado. Sólo cuando la lectura
nos aburre soberanamente, nos permitimos el lujo de dejar el libro a mitad y
aun así, hay que reconocerlo, lo solemos hacer no exento de cierta dosis de
desencanto.
Schopenhauer ya nos advirtió que
la vida es demasiado corta como para perder el tiempo leyendo malos libros. A
veces con leer las primeras páginas es suficiente para determinar si un libro
merece la pena o no. En cualquier caso cada cual tiene sus mecanismos para
averiguar si una obra es buena y a qué tipo de libros hay que darle más
oportunidades que otras.
Aun así, hay que tener en cuenta
que no todos los libros, por muy buenos que nos parezcan, tienen un buen final.
Kafka afirmaba que a partir de un punto en el desarrollo de la historia, el
escritor puede decidir acabar cualquier novela en cualquier momento y con
cualquier frase. En este sentido, hay quienes tienen por costumbre leer sólo lo
verdaderamente provechosos de cada libro. Es la trama de un libro, más que
ninguna otra cosa, lo que nos empuja a seguir leyéndolo. Por sí misma, en
primer lugar, y para conocer cómo se desarrolla la acción. Pero también porque
creemos que a una buena trama le sigue necesariamente un buen final, aunque nuestra
experiencia como lectores lo contradiga constantemente. La asimilación que
hacemos de muchas obras sería otra –y mejor, por descontado– con tan sólo
ejercer el derecho que nos asiste, como lectores, a cerrar el libro antes de
que empeore.
En definitiva creo que no es
necesario convertir el hecho de llegar a la última página en una cuestión de
autoestima. A menudo el quedarnos únicamente con lo que más nos ha gustado, e
incluso, por qué no, el pensar que la historia termina como a nosotros nos gustaría,
hace de la lectura un placer mucho más gratificante. Además, si los escritores
pueden decidir cuando terminan un libro ¿por qué no nosotros lectores? Así que
debemos tener claro que como lectores nos asiste el derecho de abandonar un
libro cuando la trama carece de total interés para nosotros. No se trata de un
pequeño desliz que podemos permitirnos de vez en cuando; es, de hecho, la
actitud más sana con que podemos enfrentarnos a la literatura.
Por mi parte tengo la costumbre de terminar todos los libros que empiezo, creo que solamente ha habido dos o tres libros que he abandonado en toda mi vida, siempre me queda la sensación de que igual abandono y luego mejora, lo que casi nunca ocurre pero bueno, sigo con esa esperanza
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