Sería muy sencillo
conmemorar tal día como hoy, Día Internacional de la Poesía, con cualquier
poema del copioso caudal que nos ofrecen nuestras letras, y sólo ciñéndonos a
las hispánicas. La poesía es algo que siempre la tenemos a nuestro lado, o a la
que siempre recurrimos cuando escribimos una tarjeta de felicitación, por
ejemplo. Hoy lo tenemos más fácil que
nunca a la hora de encontrar un poema que se ajuste a la naturaleza de nuestros
sentimientos, sólo tenemos que entrar en el ubicuo Google y escribir “poemas” y
nos parecerá un sinfín de estos: Poemas de amor, poemas de amistad, poemas
bonitos, poemas tristes, e incluso poemas cortos para no aburrir demasiado a
nuestro destinatario; y sin embargo, como digo, a pesar de que el florilegio
donde escoger es casi infinito, casi siempre recurrimos a los mismos:
Espronceda, Bécquer, Rubén Darío, Machado, Juan Ramón Jiménez, el recurrente
Pablo Neruda, cualquiera de la Generación del 27, Miguel Hernández, la poesía
social de Celaya o Blas de Otero y poco más.
Si bien no sabría
explicar con detalle por qué, pero, por más que aparezcan publicadas novedades
todas las semanas, la poesía es uno de los géneros literarios que menos se
leen. Tengo la impresión, y siempre puedo equivocarme, que ésta ha quedado
relegada para unos pocos entre los que se encuentran los profesores y los
alumnos de letras.
vía black-pool |
Si bien un poema está dominado por el singular ordenamiento de la palabra, la sintaxis, las múltiples variaciones semánticas, las metáforas, y una constante apelación a lo inmaterial, a lo etéreo en una incesante búsqueda de experimentar impresiones propias del alma de cada uno, éste no tiene porque ser siempre oscuro, hermético e impenetrable. Como apunta Carlos Marzal, la vida ya es lo bastante difícil de entender, lo bastante oscura en ocasiones como para que añadamos más oscuridad a su naturaleza. Ahora bien, hemos de ser honestos y reconocer que a menudo el lector de poesía se encuentra con lo que podríamos denominar problemas de sentido. En no pocas ocasiones, mientras leemos un poema, nos encontramos con expresiones, asociaciones, fragmentos cuyo significado ulterior se resiste a una diáfana interpretación. Podemos tratar de aproximarnos por libres asociaciones o intentar traducirlo a nuestro natural entender con el temor de no estar seguros de acertar plenamente, del mismo modo que tampoco nunca terminamos de entender del todo el mundo, ni nos entendemos nosotros en relación con él.
Y qué tiene de
mágico la poesía que por encima de todo siempre recurrimos a ella. La poesía es
como leves sortilegios capaces de transportarnos, por arte de un encantamiento
verbal, musical o visual, a unos espacios ignotos para nosotros, pero cuya
orografía ya habíamos intuido en cualquier momento en nuestro corazón. Pero
además, y por ello siempre nos apropiamos de algún poema, la poesía no relata
jamás experiencias únicas, exclusivamente privadas, intransferibles, al
contrario, la poesía extrae de la experiencia individual lo común a todos los
seres y lo concretiza en palabras que luego nos pueden ser útiles a cualquiera,
del pasado o del futuro, o de cualquier país. La capacidad de dar un testimonio
como íntimo, como propio, y a la vez universal, en eso consiste, entre otras
muchas cosas, la emotividad poética. En definitiva, la poesía no es otra cosa
que la aventura verbal mediante la que un individuo trata de dar cuenta de las
peripecias de la vida.
vía The gifts of the life |
No hay comentarios:
Publicar un comentario