viernes, 29 de junio de 2012

Concha Méndez y el "Sinsombrerismo"


Si la semana anterior comentaba muy de pasada la labor de Manuel Altolaguirre como poeta e impresor, considero que es de justicia dedicarle unas pocas líneas a su mujer,  Concha Méndez Cuesta, una de las figuras más atractivas del panorama vanguardista español de los años veinte y treinta.

Concha Méndez vista por Altolaguirre





Concha era una mujer de una gran personalidad, inquieta, liberal, arriesgada, campeona de natación y gimnasta, que para nada aceptaba lo que la sociedad de la época le tenía preparado  por su condición de mujer.

Maruja Mallo (1945)
A mediados de los años 20 comenzó su amistad con el grupo de jóvenes intelectuales del Madrid gracias sobre todo a García Lorca. Fueron años de actividad creativa frenética: empezó a escribir poemas bajo la influencia de Lorca y de Alberti, y acabó convirtiéndose en una presencia fija en algunas de las tertulias más nombradas del Madrid vanguardista de esos años. Pero  de todas estas amistades la que quizás más influjo tuvo sobre ella fue la de la pintora Maruja Mallo, a quien le gustaba romper con las reglas sociales y luchaba para la liberación de la mujer. Las dos juntas disfrutaron de una vida intelectual muy intensa y contribuyeron a enriquecerla y destruir la imagen de la mujer como esposa sumisa y madre abnegada.


Esta rebeldía de ambas frente a las imposiciones sociales la manifestaron sobre todo con la creación del movimiento llamado el Sinsombrerismo, que en realidad no era más que una provocación inocente pero llena de grandes reivindicaciones.

Con el Sinsombrerismo lo que pretendían era saltarse esa formalidad de clase que eran para las señoritas respetables era el uso del sombrero y los guantes. Así, por ejemplo, ante las advertencias de la madre de Concha Méndez, quien le recriminaba que  si insistía en no llevar sombrero corría el riesgo de que le tiraran piedras por la calle, ella muy desafiante le respondía que mandaría construir un monumento con ellas. Aunque un tanto naif, pero no por ello menos provocadora, era también la actitud de Maruja, quien decía que de haber llevado sombrero hubiese sido en un globo de gas, "un globo atadito a la muñeca con el sombrero puesto, y así cuando se encontrara con alguien conocido, le quitarían al globo el sombrero para saludar". El caso es que sea como fuere, el Sinsombrerismo despertaba murmullos en la ciudad.

Este hecho en apariencia totalmente ingenuo, en realidad encerraba una actitud crítica que intentaba romper moldes y dejar claro que ellas también podía tomar sus propias decisiones y que no se dejaban doblegar ante ninguna imposición social.

Al igual que la semana anterior, este post no es más que un pequeño esbozo de la interesante vida del matrimonio Altolaguirre – Méndez, y del que con toda seguridad continuaré escribiendo.

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