Si la semana anterior comentaba
muy de pasada la labor de Manuel
Altolaguirre como poeta e impresor, considero que es de justicia dedicarle
unas pocas líneas a su mujer, Concha
Méndez Cuesta, una de las
figuras más atractivas del panorama vanguardista español de los años veinte y
treinta.
Concha Méndez vista por Altolaguirre |
Concha era una mujer de una gran
personalidad, inquieta, liberal, arriesgada, campeona de natación y gimnasta, que
para nada aceptaba lo que la sociedad de la época le tenía preparado por su condición de mujer.
Maruja Mallo (1945) |
A mediados de los años 20 comenzó
su amistad con el grupo de jóvenes intelectuales del Madrid gracias sobre todo
a García Lorca. Fueron años de actividad creativa frenética: empezó a
escribir poemas bajo la influencia de Lorca y de Alberti, y acabó
convirtiéndose en una presencia fija en algunas de las tertulias más nombradas
del Madrid vanguardista de esos años. Pero
de todas estas amistades la que quizás más influjo tuvo sobre ella fue
la de la pintora Maruja Mallo, a quien
le gustaba romper con las reglas sociales y luchaba para la liberación de la
mujer. Las dos juntas disfrutaron de una vida intelectual muy intensa y
contribuyeron a enriquecerla y destruir la imagen de la mujer como esposa
sumisa y madre abnegada.
Esta rebeldía de ambas frente a las imposiciones sociales la manifestaron sobre todo con la creación del movimiento llamado el Sinsombrerismo, que en realidad no era más que una provocación inocente pero llena de grandes reivindicaciones.
Con el Sinsombrerismo lo que
pretendían era saltarse esa formalidad de clase que eran para las
señoritas respetables era el uso del sombrero y los guantes. Así, por ejemplo,
ante las advertencias de la madre de Concha Méndez, quien le recriminaba que si insistía en no llevar sombrero corría el
riesgo de que le tiraran piedras por la calle, ella muy desafiante le respondía
que mandaría construir un monumento con ellas. Aunque un tanto naif, pero no
por ello menos provocadora, era también la actitud de Maruja, quien decía que de haber llevado sombrero hubiese sido en
un globo de gas, "un globo atadito a la muñeca con el sombrero puesto, y así
cuando se encontrara con alguien conocido, le quitarían al globo el sombrero
para saludar". El caso es que sea como fuere, el Sinsombrerismo despertaba
murmullos en la ciudad.
Este hecho en apariencia totalmente ingenuo, en realidad encerraba una actitud crítica que intentaba romper moldes
y dejar claro que ellas también podía tomar sus propias decisiones y que no se
dejaban doblegar ante ninguna imposición social.
Al igual que la semana anterior,
este post no es más que un pequeño esbozo de la interesante vida del matrimonio
Altolaguirre – Méndez, y del que con
toda seguridad continuaré escribiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario