¿Habéis pensado alguna vez que
los libros pueden despertar una atracción dominadora sobre nosotros capaz de
atraparnos hasta tal punto que nos puede dejar totalmente hipnotizados?. Por
ejemplo, vamos andando por una de esas grandes librerías y de repente nos
asalta un libro, que no necesariamente tiene porque estar a la vista, sino que
está allí colocado en los anaqueles junto a otros cientos de libros, o igual sí
que se ha trasladado allí por su cuenta simplemente para llamar nuestra
atención, y cuyo contenido puede cambiar al menos nuestra concepción de la
vida. Lo cierto es que uno se siente muy cómodo cuando se encuentra rodeado de
libros. Todavía hoy en día son muchos los que se dirigen con respeto y cierta
veneración a las librerías, y ante tal cantidad de libros se sienten totalmente
angustiados y atribulados sobre todo por los libros que le quedan por
leer; entonces compran algo que le han
dicho que es bueno, hacen el intento de leerlo, sin éxito, y cuando tienen ya
media docena de libros sin leer, se sienten tan mal que no se atreven a comprar
más. En cambio, los bibliópatras recalcitrantes como nosotros somos capaces de
tener en casa miles de libros, sin perder el aplomo ni dejar de seguir
adquiriendo más. Libros que en algún momento de nuestra vida hemos comprado
porque ese tema o esa materia en concreto nos interesaban, y esperando
encontrar el momento más propicio para leerlo ese interés fue sustituido por
otro. Sin embargo esos libros continúan estando ahí, a nuestro lado,
haciéndonos compañía, y sabemos que siempre que lo necesitemos los tenemos a
nuestro alcance. Ellos esperan impasibles que vuelvan a ser motivo de nuestro
interés.
No hace mucho tiempo me pasó un
caso insólito. Acababa de leer un interesantísimo artículo de Muñoz Molina sobre la maleta de Agustín Penon. Éste era un escritor norteamericano que viajó
a Granada entre 1955 y 1956 para investigar el asesinato de García Lorca, pero
que por distintos motivos, todos los documentos de la exhaustiva investigación
que realizó durante ese tiempo
permanecieron ocultos en una maleta durante cuarenta años. Como suelo hacer en
estos casos, anoté las referencias bibliográficas, los documentales y todo lo
escrito sobre el tema para cuando tuviera todo ese tiempo necesario para
adentrarme en él. Pero un día, curiosamente me encontraba buscando un
determinado libro entre los estantes donde tengo colocados todos los de ensayo
sobre literatura, y cuál fue mi sorpresa al comprobar que tenía uno de los
primeros libros publicado sobre la maleta de Penon escrito por Ian Gibson. Con
toda probabilidad el libro lo compré por aquellos tiempos de estudiante en el
que estaba muy interesado en el universo lorquianao, y durante todo este tiempo
ha estado en mi estudio, haciéndome compañía, aunque yo inmerecidamente lo
ignorase. Y es que los libros, a pesar
de su fecha de publicación, no tienen un único espacio en el tiempo para
leerlos, su momento es cuando tú lo descubres.
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