viernes, 16 de diciembre de 2011

EL VICIO DE LA LECTURA


En ocasiones, detenerse en un rincón apartado de una librería y echar una ojeada a los libros allí colocados, alejados de sus compañeros “los más vendidos”, puede depararnos agradables sorpresas. Eso mismo me sucedió con un pequeño opúsculo de Edith Wharton (1862 – 1937), El vicio de la lectura. Ante ese título, poco más de cuarenta páginas y no más de 5 euros, ningún bibliopatra puede resistirse. Como me suele suceder con este tipo de libros, una vez comprado, lo dejo colocado en la balda de libros por leer, que desgraciadamente cada vez está más llena, esperando un momento propicio para su lectura, o mejor dicho, esperando a tener el tiempo suficiente para demorarme en una lectura atenta y pausada, subrayando,  tomando notas, y averiguando o buscando relaciones, en definitiva, leyéndolo.   

Publicado en 1903, es una esmerada y concienzuda reflexión sobre el hábito de leer, y aunque no comparto la tesis planteada por Wharton, un tanto extremista, de que existe  “un tipo de lectura que es perjudicial para el desarrollo cualitativo de las letras”, sí que estoy de acuerdo con su propuesta acerca de que existen dos tipos de literatura, que, simplificando bastante la cuestión, podrían ser una literatura culta y otra de grandes masas, estableciendo al mismo tiempo toda una sinergia de relaciones entre autor-lector-crítico entorno al hábito lector.

Wharton, siempre desde un elitista punto de vista, considera que, del mismo modo que no todo el mundo es músico, o cualquiera otra profesión, no todo el mundo debe o puede ser lector; y si lo somos, porque se trata de una habilidad que hemos aprendido en la escuela, perteneceremos al grupo de lectores que ella define como “lector mecánico”, diferenciándolo así del “lector creativo”, que es quien establece un diálogo con el autor y puede extraer del libro “la mayor cantidad de pensamientos de la mejor calidad”. 
Quizá resulté un tanto intransigentes las palabras que utiliza para determinar al  “lector mecánico”, pero lo que a mí me interesa especialmente es la distinción que establece a partir de los dos tipos de lectores, y aunque siempre hablamos de literatura, porque utilizar cualquier tipo de adjetivo para calificarla puede resultar farragoso y siempre impreciso, sí que es cierto que no toda es igual, y sería un grave error equipararlas solamente porque compartan un mismo soporte, el libro.
Para Wharton, cuando el “lector mecánico” lee un libro lo hace de un modo aislado, es decir, como si fuera único, y de ese modo se le escapan todos los hitos e intersecciones del asunto, las delicias del merodeo intelectual, la busca improvisada tras una alusión fugaz. Para “el lector mecánico” “los libros una vez leídos, no son cosas que crecen, echan raíces y tienen ramas que se entrelazan unas con otras, sino que son como fósiles etiquetados y guardados en los cajones del armario de un geólogo.Y más adelante añade que sus lecturas las determinan “la vox populi. Se dirige directamente al libro del que todo el mundo habla, y la importancia que le atribuye es proporcional al número de ediciones agotadas, ya que no poseen ningún medio de distinguir entre las diferentes clases de libros de los que todo el mundo habla, ni entre las voces que hablan acerca de ellos.” Curiosa apreciación hecha hace más de un siglo, y con una vigencia absoluta.

Jean Jacques Henner - La lectora
Wharton continua execrando a estos lectores, que además los culpa también de haber propiciado no sólo la creación del “escritor mecánico”, que únicamente escribe refritos y hace degluticiones de temas abstrusos y difíciles pasándolos por el tamiz de la cultura populista, sino también, y más grave aún, según sus propias palabras, es la creación, a su imagen y semejanza,  del “crítico mecánico”, contra el que arremete furibundamente: El lector nato puede desear o no desear saber qué tienen que decir los críticos acerca de un libro;  pero si tiene algún  interés por la crítica, quiere el único tipo de crítica digno de ese nombre: un análisis del tema y del estilo” y no un resumen de sus contenidos, como señala en otro apartado.

Quizás el libro contenga despóticas y desabridas palabras para los que creen en el tradicional y políticamente correcto valor de la lectura universal, aunque yo, sin negar la importancia y el valor de ésta, sí que pienso, en una visión muy reduccionista del caso si se quiere, que sí que existen esos dos tipos de literatura y por lo tanto los dos tipos de lectores, qué hay que saber a qué grupo se pertenece, y no por ello menospreciar al opuesto, pero siempre teniendo presente que el que compra un libro en el super, lo engulle, y luego lo expulsa sin más, mientras que el que lo compra en una librería, lo acaricia, lo saborea, lo disfruta lentamente deleitándose entre sus páginas,  y de ese modo siempre permanece en su memoria.

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