jueves, 21 de marzo de 2013

EN TORNO A LA POESÍA



Sería muy sencillo conmemorar tal día como hoy, Día Internacional de la Poesía, con cualquier poema del copioso caudal que nos ofrecen nuestras letras, y sólo ciñéndonos a las hispánicas. La poesía es algo que siempre la tenemos a nuestro lado, o a la que siempre recurrimos cuando escribimos una tarjeta de felicitación, por ejemplo. Hoy lo  tenemos más fácil que nunca a la hora de encontrar un poema que se ajuste a la naturaleza de nuestros sentimientos, sólo tenemos que entrar en el ubicuo Google y escribir “poemas” y nos parecerá un sinfín de estos: Poemas de amor, poemas de amistad, poemas bonitos, poemas tristes, e incluso poemas cortos para no aburrir demasiado a nuestro destinatario; y sin embargo, como digo, a pesar de que el florilegio donde escoger es casi infinito, casi siempre recurrimos a los mismos: Espronceda, Bécquer, Rubén Darío, Machado, Juan Ramón Jiménez, el recurrente Pablo Neruda, cualquiera de la Generación del 27, Miguel Hernández, la poesía social de Celaya o Blas de Otero y poco más.
 
Si bien no sabría explicar con detalle por qué, pero, por más que aparezcan publicadas novedades todas las semanas, la poesía es uno de los géneros literarios que menos se leen. Tengo la impresión, y siempre puedo equivocarme, que ésta ha quedado relegada para unos pocos entre los que se encuentran los profesores y los alumnos de letras. 

vía black-pool

Si bien un poema está dominado por el singular ordenamiento de la palabra, la sintaxis, las múltiples variaciones semánticas, las metáforas, y una constante apelación a lo  inmaterial, a lo etéreo en una incesante búsqueda de experimentar impresiones propias del alma de cada uno,  éste no tiene porque ser siempre oscuro, hermético e impenetrable. Como apunta Carlos Marzal, la vida ya es lo bastante difícil de entender, lo bastante oscura en ocasiones como para que añadamos más oscuridad a su naturaleza. Ahora bien, hemos de ser honestos y reconocer que a menudo el lector de poesía se encuentra con lo que podríamos denominar problemas de sentido. En no pocas ocasiones, mientras leemos un poema, nos encontramos con expresiones, asociaciones, fragmentos cuyo significado ulterior se resiste a una diáfana interpretación. Podemos tratar de aproximarnos por libres asociaciones o intentar traducirlo a nuestro natural entender con el temor de no estar seguros de acertar plenamente, del mismo modo que tampoco nunca terminamos de entender del todo el mundo, ni nos entendemos nosotros en relación con él. 

Y qué tiene de mágico la poesía que por encima de todo siempre recurrimos a ella. La poesía es como leves sortilegios capaces de transportarnos, por arte de un encantamiento verbal, musical o visual, a unos espacios ignotos para nosotros, pero cuya orografía ya habíamos intuido en cualquier momento en nuestro corazón. Pero además, y por ello siempre nos apropiamos de algún poema, la poesía no relata jamás experiencias únicas, exclusivamente privadas, intransferibles, al contrario, la poesía extrae de la experiencia individual lo común a todos los seres y lo concretiza en palabras que luego nos pueden ser útiles a cualquiera, del pasado o del futuro, o de cualquier país. La capacidad de dar un testimonio como íntimo, como propio, y a la vez universal, en eso consiste, entre otras muchas cosas, la emotividad poética. En definitiva, la poesía no es otra cosa que la aventura verbal mediante la que un individuo trata de dar cuenta de las peripecias de la vida.

vía The gifts of the life

viernes, 1 de marzo de 2013

EPÍGRAFES II



Aunque parezca increíble, todavía hoy cuando abro un libro, éste no deja de sorprenderme. El otro día necesitaba consultar un dato sobre Pedro Páramo y en lugar de acudir directamente a Google, quizás porque recordaba que fue lectura obligatoria, -¡qué unión de palabras tan antagónica!-,  en COU, cogí el manual de la estantería. Que queréis que os diga,  a veces siento nostalgia por ciertos libros,  y éste es uno de ellos ya que fue en él donde adquirí mis primeros conocimientos de literatura española del siglo XX. Movido por la curiosidad, o por la evocación del recuerdo de mis años de estudiante, en lugar de acudir directamente al índice y buscar el tema que me ocupaba, abrí el libro por la primera página, y me encontré con estos epígrafes que expongo a continuación. 



A pesar de tanto tiempo, la edición que conservo es de 1988 y corregida en 1986,  estas citas no sólo son de gran actualidad sino que, a día de hoy, aún debemos tenerlas presente. Es curioso como un libro nunca termina de decir lo que tiene que decir. Casi ningún libro se contenta con los límites de sus páginas. Hay muchos libros que tienden a desbordarse, que rebosan significados y múltiples lecturas. Es más, un libro no es un ente aislado, incomunicado, sino que como un árbol que va tendiendo sus ramas, es una constante relación, un eje de innumerables relaciones, una avenida que se prolonga a través de diversas calles, y que nos permite explorar vías nuevas, o contemplar otras que ya conocíamos bajo un nuevo prisma. Un libro siempre deferirá de otro, anterior o ulterior, por la manera de ser leído; y es que un libro nunca se acaba, en cada época nos ofrecerá una lectura nueva.