viernes, 30 de marzo de 2012

DIARIO DE INVIERNO

Para quienes disfrutamos no sólo con la lectura de un libro, sino también con los entresijos de su redacción y composición, tales como de dónde ha surgido la idea, en qué se ha inspirado, cómo se ha documentado… en definitiva  todos esos detalles que no son visibles al lector pero que forman parte de su particular intrahistoria, tanto la correspondencia de los escritores, como sus diarios, son una fuente de gran ayuda para ese conocimiento. Yo todavía mantengo como libro de cabecera el Dietario voluble de Vila-Matas, y al que acudo con gran frecuencia cuando no sé qué autor leer. Es innegable que el autor catalán siempre es motivo de redescubrimientos de grandes héroes literarios: Kafka, Borges, Melville y su Bartleby, Robert Walser, mitificado y publicado gracias a Doctor Pasavento, Georges Perec, Pessoa y sus heterónimos, los escritores franceses de los años veinte: Paul Morand, Emmanuel Bove, Valery Larbaud, e incluso a su admirado Paul Auster.

Arnold Newman (1918-2006)
Sin embargo, si el lector espera encontrar en Diario de Invierno, al Paul Auster escritor, al que siempre lleva un cuaderno a mano y hace sus anotaciones a lápiz, o el que todavía sigue utilizando la máquina de escribir y pasa a limpio sus ocurrencias, en esta novela no lo encontrará.  Eso ya lo hizo en un libro anterior, A salto de mata (1997), donde rememoraba sus años juveniles de aprendiz de escritor. En este Diario de invierno parte de la llegada de las primeras señales de la vejez para rememorar episodios de su vida: repasa sus cicatrices como si dibujaran un mapa de los accidentes sufridos, las enfermedades, el divorcio de sus padres y la tremenda pérdida que supuso para él la muerte de su padre. Echa la vista atrás y relata su despertar a la sexualidad, su estancia en París, sus viajes e incluso enumera una por una las veintiuna casas donde ha residido. Escoge las experiencias vividas con las personas que le merecen especial interés, su mujer, su madre. Estos episodios, si bien retratados desde un punto de vista hedonista a través de las sensaciones, tanto del placer como del dolor, son de una notable trivialidad, en mi opinión un gran desacierto, ya que el repaso de de su vida bien poco puede diferenciarse de la de cualquier otro neoyorquino de su generación. En su biografía, no destaca ningún hecho por sí solo memorable que tuviera la capacidad de convertirse en materia novelada, a no ser que se quisiera escribir un tratado sobre la insustancialidad del ser. Y si le añadimos que dado que se tratan de unas memorias, donde prima la verosimilitud y la ficción tiene poca cabida, el resultado por lo tanto es una historia aunque bien escrita, totalmente banal, imposible de establecer una complicidad emotiva con el lector. Quizás están son las razones por las que el libro haya levantado críticas tan dispares y decepcionado a sus lectores. 

Creo que Auster, aunque sin conocer en plenitud la totalidad de su obra, es un escritor de contrarios. A pesar de su gran habilidad narrativa, quien nadie pone en duda, y con la que es capaz de emocionarnos como con La invención de la soledad, El palacio de la luna,  o Brooklyn Follies, en otras, como por ejemplo Viajes por el Scriptorium, consigue dejarnos cuanto menos perplejos. No obstante todavía tengo esperando en mi rincón de libros pendientes, La noche del  oráculo y comprobar por mí mismo si es una de las mejores novelas metaliterarias que se han escrito, o como suele suceder en estos casos, las críticas y estudios de las obras son infinitamente mejores que la propia novela.


miércoles, 21 de marzo de 2012

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA

Hoy se celebra el Día Mundial de la Poesía, declarado por la UNESCO en 1999 con tal de promover la lectura, escritura, publicación y enseñanza de la poesía en todo el mundo.

1892 - 1938
Este año, además, se conmemora el 120 nacimiento del poeta peruano César Vallejo, autor de Heraldos negros, Trilce, del que también se cumple 90 años de su publicación, Poemas en prosa, Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz. 

Si de cualquier autor nos resulta más útil conocer aspectos de su vida que juicios literarios, en Vallejo es imprescindible, pues sus poemas nacen de su experiencia vital y en la mayoría de los casos de su intenso sufrimiento, de su sensibilidad exacerbada y de su impenitente cuestionamiento. Su experiencia de la pobreza, la separación familiar, la impotencia y ultrajado sentido de la justicia, su heredada hipersensibilidad y vulnerabilidad y fatalismo de raíz posiblemente indígena, están presentes en su obra de principio a fin.


Adelantándose al Confesionalismo y participando del Coloquialismo, relativamente reciente en su momento, Vallejo hace del habla y de la vivencia cotidiana y propia, individual, materia de una poesía que maneja con instrumentos clásicos, que conoce tan bien que puede romper con sus anquilosadas formas con la libertad consciente de quien las domina.



Uno de sus poemas más conocidos es aquel que con una capacidad anticipatoria absolutamente sorprendente, pronosticó el día de su muerte. Así, un viernes santo, 15 de abril de 1938, Vallejo muere en París después de una prolongada agonía, que dio término a una enfermedad indiagnosticable. Se considera probable que sus largas privaciones físicas y la angustia producida por el curso de la guerra en España lo hayan debilitado, dejándolo indefenso al ataque de algún virus poco conocido.

 
Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París ¿y no me corro?
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

César Vallejo, Poemas humanos

viernes, 9 de marzo de 2012

LAS MUJERES EN ESPAÑA IV

Todo lo publicado durante esta semana ha servido como homenaje a todas aquellas mujeres que reivindicaron y lucharon por alcanzar unos derechos que durante muchos años le fueron negados por ser simplemente eso, mujeres, y que durante mucho tiempo, bien porque murieran durante la Guerra Civil, bien porque abandonaran España, o bien porque optaran por un exilio interior, su memoria ha permanecido en el olvido.

Sin embargo, estas mujeres ni fueron unas heroínas, ni las únicas que emprendieron la lucha, simplemente son la cabeza visible de tantas y tantas otras que desde sus casas, cuidando a sus hijos y a sus mayores, y trabajando además fuera de sus hogares continúan aún hoy en día lidiando por conseguir ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad.








El material aparecido en esta serie de posts forma parte de una de las unidades del curso que impartí sobre la Literatura del Siglo XX en las Aulas de la Experiencia de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Podéis descargaros la unidad completa aquí.

jueves, 8 de marzo de 2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

LAS MUJERES EN ESPAÑA II

Lyceum Club Femenino
 


En 1926, durante la dictadura de Primo de Rivera, coincidiendo en Europa con una de las fases expansivas del movimiento sufragista, un centenar de mujeres de la burguesía ilustrada española fundó en Madrid el Lyceum Club Femenino, una asociación cultural feminista, destinada a defender la igualdad femenina y la plena incorporación de la mujer al mundo de la educación y del trabajo. Esta iniciativa provocó una reacción furibunda entre los medios conservadores de la época, que llegaron a reclamar en la prensa nada menos que la «reclusión de las asociadas como locas o como criminales».

Si bien los cargos fueron renovándose, la primera junta estuvo formada por María de Maeztu, como presidenta; Victoria Kent e Isabel Oyárzabal, vicepresidentas; Amalia Galarraga, tesorera; Zenobia Camprubí, secretaria; y Helen Phipps, vicesecretaria. De la sección de literatura y de la biblioteca, se ocuparon respectivamente María Lejárraga y María Martos; de la sección de arte, Carmen Baroja; de la de ciencias, María Luisa Navarro; y de las relaciones internacionales, también Camprubí.

Los objetivos generales del Lyceum Club eran: defender los intereses morales y materiales de la mujer, desarrollando las iniciativas económicas, científicas y artísticas; fomentar el espíritu colectivo, facilitando así el intercambio de ideas y la compenetración de sentimientos; organizar obras de carácter social y celebrar sesiones, conferencias...


Aunque en España la recepción del Lyceum Club fue mayoritariamente adversa, en 1927, un año después de su fundación, casi se había quintuplicado el número de socias. Este incremento se debe sobre todo a la repercusión que tuvo en el panorama cultural español, en el que la mujer, a excepción de una minoría reducida y dispersa, vivía al margen de cualquier actividad colectiva con un comportamiento normalmente desfasado y anacrónico. 

 El Lyceum fue algo más que un lugar de reunión donde poder tomarse una taza de té y cambiar impresiones, era un hervidero cultural donde se organizaba cursillos, conferencias, conciertos, exposiciones, a cargo de intelectuales, científicos y de artistas nacionales y extranjeros. Por ejemplo, García Lorca dio en sus salones la conferencia “Imaginación, inspiración y evasión en poesía”, Unamuno leyó allí su drama Raquel encadenada, al igual que muchos más intelectuales de la época. Carmen Baroja cuenta en sus memorias que «Todos se pirraban por el Lyceum. No hubo intelectual, médico o artista que no diera una conferencia; menos Benavente, que dijo que no quería hablar a tontas y a locas».


Victoria Kent
Sin embargo sus actividades no se reducían únicamente a lo lúdico o cultural, sino también sensibilizadas como estaban de la situación en que se encontraba la mujer española de principios del siglo XX, realizaron cursillos y seminarios de derecho impartidos por las abogadas Victoria Kent, Matilde Huici y Clara Campoamor. Al aproximarse al derecho, las mujeres cobraron conciencia colectiva de sí mismas: descubrieron su situación en los códigos civil y penal, organizaron comisiones para estudiar y redactar reformas, y elevaron públicamente sus peticiones al gobierno, como la supresión del artículo 57 del Código Civil: «El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido», sustituyéndolo por este otro: «El marido y la mujer se deben protección y consideraciones mutuas»; o la del artículo 438 del Código Penal: «El marido que sorprendiendo en adulterio a su mujer matase en el acto a ésta o al adúltero, o les causara lesiones graves, será castigado con la pena de destierro» (sic). Durante la Segunda República se aprobaron, no sin polémica, algunas de aquellas exigencias.

En 1939, el Lyceum Club de Madrid fue «clausurado por causas políticas».

Para más información sobre el Lyceum Club de Madrid, el libro de José Antonio Marina, La conspiración de las lectoras, Anagrama.