A finales de años, al igual que el
ya tradicional turrón, el cava y las cenas con los amigos o la familia,
las listas con los libros más vendidos o los mejores del año vuelven a nosotros
y se repiten sucesivamente inundando
todos los medios. Parece ser que el ganador indiscutible en cuanto al
género de la novela se refiere es En la orilla de Rafael Chirbes; pero, casi con toda probabilidad, muchos de
vosotros durante el pasado 2013 habéis leído algún libro que porque era
demasiado delicado, raro o extemporáneo no ha aparecido en este tipo de listas.
Libros que os han hecho soñar o ha devuelto la alegría a una mortecina y triste
tarde de domingo; ha iluminado vuestro pensamiento y vuestra visión de las
cosas e incluso os ha permitido pensar que podíais cambiar el transcurso de los
acontecimientos, al menos los de la vuestra inmutable cotidianidad. Aun así,
¿os atreveríais a recomendarlos?
Roberto Merino escribió: “Recomendar libros es un ejercicio tan fallido como aceptar
recomendaciones. En el trance de lectura no hay ninguna objetividad y la
experiencia de leerlos es intransferible.”
Algo similar pensaba la excepcional ensayista y narradora inglesa Virginia Woolf: “…el único consejo sobre la lectura que puede dar una persona a otra es
que no acepte consejos que siga sus propios instintos […] Aceptar autoridades
–por muchas pieles y togas que luzcan- en nuestras bibliotecas y permitirles
que nos digan como leer, qué leer, y el valor que le hemos de dar a lo que
leemos, es destruir el espíritu de libertad que se respira en esos santuarios.”
En mi experiencia, tanto profesional como lector, recomendar libros es una
de las tareas más difíciles con las que me encuentro frecuentemente, y en las
que he acertado con sugerencias casi tantas veces como he fracasado. Es
habitual que en mi trabajo suelan pedirme una recomendación, y aun a sabiendas
de que probablemente erraré, me arriesgo a ofrecerla; y si me equivoco no temo
volver a hacerlo, pero si acierto, quizás ya tengamos un nuevo lector y la
conversación literaria florezca.
El hábito de la lectura es subjetivo y esencialmente intransferible. Aunque la
experiencia individual lectora no es incomunicable, a menudo nos suele ocurrir
que nos faltan las palabras, que no sabemos cómo explicar en que consiste la
grandeza de una obra literaria que nos ha emocionado. Cuando buscamos comunicar
ese entusiasmo nos damos cuenta de que la obra en cuestión no trata sobre nada
relevante, incluso al relatarla suena a una nimiedad que no parecía ser materia
de alta literatura. Otras veces, no obstante, sí que logramos incluso
transmitir esa emoción con tal efusividad que cuando nuestro interlocutor
finalmente la lee, su decepción es mayúscula ante tal plétora de prodigios.
Los lectores acostumbrados a compartir sus lecturas saben que no existe una
única lectura acertada. A menudo comprobaremos que la misma obra puede haber
hecho las delicias de un lector y sumido en el tedio a otro, y seguro que ambas
opiniones son plausibles. Esto es así porque no existe una única lectura, o lo
que podríamos llamar lectura objetiva, lo que explica que una obra compleja genera
reacciones disímiles, incluso hasta opuestas, sin que por ello ninguno de los
lectores dejen de tener razón, incluso puede que suceda en uno mismo. ¿A quién
de nosotros no se le ha caído de las manos un libro que de joven lo encandiló?
¿A quién no le ha sucedido alguna vez lo contrario? Cada cual acude a los
textos literarios con su bagaje cultural, su experiencia de los asuntos
humanos, su edad, sus predilecciones, su estado físico del momento, etc.
Pero también existen otro tipo de recomendaciones que no se limitan al
amigo lector o a la persona en la que confíes tus gustos literarios. Existe un
placer inconmensurable en descubrir nuevas propuestas literarias en el eco de
otros lectores. Por ejemplo, en el caso del libro que estoy leyendo ahora, Tristram
Shandy de Laurence Sterne,
llegué a él a través de las extraordinarias recomendaciones de autores como Vila-Matas o Javier Marías. Tal
vez, si esos grandes lectores, que a la postre son todos los buenos escritores, hubieran dejado de comunicar su experiencia
nunca hubieran podido terminar de conectar felizmente con la nuestra y
hubiéramos podido llegar a ellos.
Por último, también podemos encontrar admirables hallazgos en las
sugerencias de los críticos literarios. Estos, como especialistas en la materia
que son, deberían ser los primeros a los que acudiéramos. Ahora bien, cuando
hablo del crítico me refiero a aquel que es capaz de hacer apetecible las obras valiosas; aquel
que no se limita a descifrarlas con adusta terminología de profesor, sino que
se toma la molestia de transmitir entusiasmo, humanizando generosamente sus
textos críticos; aquel, pues, que explica con precisión y claridad las razones
por las que destaca una determinada obra. Pero, si por el contrario, se limita
a redactar un extenso resumen del argumento, o hacer publicidad encubierta de
determinado autor con eslóganes del tipo: “lean sin falta la novela; no se la
pierdan” y demás clichés, o a ejecutar un ajuste de cuentas pendiente con
determinados autores o editoriales se está convirtiendo en un comerciante del
mercado literario y le da la espalda o deja de lado su verdadera
función que tan solo es traspasarnos la información para que después sepamos
qué leer. Todo lo que se aparte de este cometido final desvirtuará por completo
tanto su profesión como sus propuestas.
En conclusión, podremos admitir y aceptar las recomendaciones de los amigos
en los que confiamos, consultar los suplementos culturales que se publican
semanalmente, o leer a esos brillantes autores que descansan en nuestras
bibliotecas, pero la recomendación por sí sola no es suficiente. Leer es un
arte complejo, exigente, hay que estar dispuesto a entrar y habitar el libro
con imaginación, a dialogar con sus personajes, incluso con su autor, y por
último, y lo que es más importante, ante todo y sobre cualquier tipo de
recomendación, sigamos siempre nuestro propio criterio.
Yo descubrí el otro día esta web http://www.enigmasmisteriososeinexplicables.com/ pedí el libro "Julia B y la leyenda de la isla perdida en mitad de la noche" y me ha parecido un novelón!!!! Enganchadísima desde el principio hasta el final.
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